La hazaña, que comenzó a planearse hacer siete años, fue transmitida en vivo por televisión gracias a las cámaras de video que fueron instaladas en la cápsula. Fue posible ver a Baumgartner abriendo la compuerta de la cápsula, justo antes de saltar.
Luego hubo un período de incertidumbre. Las imágenes de la caída libre solo fueron transmitidas minutos después, cuando se tuvo la certeza de que el récord se había conseguido. Solo los últimos mil metros fueron con paracaídas.
Baumgartner logró controlar el descenso sin perder la consciencia o sufrir una hemorragia cerebral en casos de girar de forma descontrolada.
El viaje de Baumgartner tomó 10 minutos, de los cuales duró casi la mitad en caída libre.
Nadie ha llegado tan alto en un globo ni había intentado hacer un salto desde semejante altura.
El récord actual es del coronel de la Fuerza Aérea de Estados Unidos Joe Kittinger, quien logró un salto de 31,3 kilómetros en 1960.
Hay inmensos riesgos involucrados en la proeza del austriaco. En donde estuvo, la presión del aire es 2% menor de lo que es a nivel del mar, lo que hace imposible respirar sin un suministro de oxígeno.
Las otras personas que habían intentado romper los registros existentes para la caída libre más alta, más rápida y más larga perdieron sus vidas en el intento.
Baumgartner usó un traje a presión de nueva generación, una evolución de la ropa protectora naranja usada por los astronautas en los lanzamientos de cohetes.
Aunque el salto puede parecer un truco más de Baumgartner, famoso por haber saltado desde las Torres Petronas, en Kuala Lumpur, su equipo insistió en subrayar la relevancia científica del salto.
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