En el caso de que conozcas la frase con la que titulo esta entrada pueden darse dos casos: el primero es que te hayas leído el Talmud, cosa que dudo encarecidamente; y el segundo es que hayas visto la que es, a mi juicio, una de las obras maestras del cine de todos los tiempos: "La lista de Schindler". Si nunca había llegado a tí tal frase, te recomiendo la segunda opción: te llevará menos tiempo y puede que acabes con sentimientos contradictorios, quizá una mezcla de fe en la humanidad a la par que una profunda desconfianza de la misma. Y la actualidad no hace otra cosa que darme la razón.
Quizá Oskar Schindler fue un mero símbolo de la resistencia de las buenas personas en un mundo corrompido; de la permanencia del bien en una atmósfera teñida por el color grisáceo de las cenizas. Hablar injustificadamente sobre la bondad de Oskar Schindler podría ser aventurar acerca de su personalidad y acerca del papel que desempeñó durante tan triste momento histórico. La Historia deja grandes dudas sobre las verdaderas motivaciones de Oskar Schindler: ¿fue un simple hecho altruista o trató de ganarse el favor de los ricos judíos? Fuese como fuese, la realidad es que consiguió salvar de las cámaras de gas nazis a más de un millar de judíos contratándolos en su fábrica, y por ello mereció el título de "Justo entre las Naciones", una honrosa mención por parte del estado de Israel hacia personas no judías por conductas acordes con los preceptos judíos.
Pero el caso de Schindler es sólo un ejemplo de los muchos que se han dado a lo largo de la Historia. Cada guerra saca lo peor y lo mejor de cada persona, la barbarie pero también la empatía y la solidaridad. En la Guerra Civil Española tuvimos cientos de ejemplos de buenas personas, luchando por la República en unos casos, luchando por la causa Nacional en otros, incluso luchando simplemente por sobrevivir. También durante la Segunda Guerra Mundial un español mostró su lado más humano, una historia tan sorprendente como la de Schindler pero mucho menos conocida. Se trata del entonces diplomático español Ángel Sanz Briz, que consiguió el permiso del gobierno español para conceder la nacionalidad española a 200 judíos sefardíes (descendientes de españoles expulsado en el siglo XV). Sanz Briz, mediante prácticas engañosas en cuanto a la concesión de las nacionalidades españolas, consiguió salvar a más de 5000 judíos húngaros. El Museo del Holocausto también concedió el título de Justo de las Naciones al diplomático español.